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Historia

Uhuru, Jamhuri, Harambee (1963-1978)

El 12 de diciembre de 1963 se proclamó la independencia ('Uhuru'), y justo un año más tarde nacía la República de Kenya, 'Jamhuri ya Kenya', presidida por 'Mzee' Jomo Kenyatta. Este basó su mandato, hasta su muerte en 1978, en algo que se convirtió en un lema para el pueblo de Kenya: 'Harambee', lo que significa "tirar todos a una".

Con la independencia, muchos europeos abandonaron el país, temiendo que la Kenya libre supondría el amanecer de una época de persecución y exterminio de los representantes del antiguo poder europeo. De hecho, los antiguos 'Mau-Mau' esperaban la luz verde para invadir las granjas de los blancos. Muy al contrario, los que decidieron quedarse encontraron a un Kenyatta conciliador y dialogante, pragmático e inteligente, que invitaba a los europeos a unirse al 'Harambee' y que no quería excluir a nadie del proceso de construcción nacional. Algunos de los antiguos mandatarios de la Colonia fueron conservados en sus puestos. Kenyatta solicitó la permanencia de las tropas británicas en Kenya para sofocar la revuelta de los somalíes en el nordeste y un motín del ejército en Nairobi. Esta presencia se prolongaría mediante un acuerdo de defensa entre Kenya y Gran Bretaña, que mantuvo al ejército británico en su acuartelamiento actual de Nanyuki.

La idea del 'Harambee' incluía un lado oscuro, una errónea interpretación de la oposición política como disidencia innecesaria y molesta. Obsesionado por la necesidad de un pensamiento único, Kenyatta impuso el monolitismo dentro del KANU. En la misma línea, el 10 de noviembre de 1964 el líder del KADU, Ronald Ngala, anunció a la Asamblea Nacional la disolución voluntaria del partido opositor, justificando la decisión "por el interés de la unidad nacional". Durante aquella sesión parlamentaria, todos los diputados del KADU cruzaron al ala del KANU. El presidente conseguía así su objetivo de instaurar un monopartidismo 'de facto'. Este hecho sería el primero de una larga serie que revelaría el rumbo de la política de Kenyatta en los años subsiguientes: eliminar la oposición, concentrar el poder en sus manos y en las de sus leales del KANU, y por ende convertir a su etnia Kikuyu en la clase dominante.

Los éxitos en la política internacional auguraban buenas expectativas para la República recién nacida. Muy pronto, Kenya fue admitida en las Naciones Unidas, la Commonwealth y la Organización para la Unidad Africana (OUA). Los líderes de las tres nuevas naciones de Africa Oriental, Milton Obote de Uganda, Julius Nyerere de Tanzania y el propio Kenyatta, decidieron constituir un mercado común para mantener la unidad de los antiguos servicios que abastecían a los 30 millones de habitantes de las ex-Colonias. En 1967 se inauguraba la 'East African Community', que unificaba las prestaciones de correos y telecomunicaciones en la 'East African Posts and Telecomunications', las de ferrocarriles y puertos en la 'East African Railways and Harbours Corporation', y las líneas aéreas en la 'East African Airways'. La alianza agrupaba también bajo un solo paraguas las aduanas e impuestos indirectos de los tres países.

Las líneas principales de la política de Kenyatta se centraron en los asuntos más urgentes. Entre éstos, el principal era la reforma de la tierra, el mayor bien en Kenya, y la regularización de la situación de los detenidos durante la guerra. Comenzaron a comprarse propiedades a los europeos y se diseñó un plan de reparto de pequeñas parcelas a los campesinos desposeídos, bajo préstamos con un periodo de amortización de 30 años. En 1970, más de dos tercios de los terrenos de las granjas coloniales estaban ya ocupadas por 50.000 africanos, y el nivel de vida en general había aumentado. Este esquema del "millón de acres", pactado durante las conversaciones previas a la independencia, fue seguido por el 'Shirika', el movimiento cooperativista. Las granjas se vendían intactas a cooperativas que debían entregar una hectárea para uso propio a cada miembro. Este esquema aparentemente fracasó y las granjas acabarían finalmente dividiéndose entre los cooperativistas durante el mandato de Moi. Algunas de las grandes explotaciones fueron cedidas como granjas nacionales a la 'Agricultural Development Corporation', para el desarrollo de investigaciones agropecuarias y la producción de semillas certificadas.

Pero la realidad oculta tras la cortina de humo de la redistribución era bien diferente: de las 550.000 hectáreas ofrecidas a libre compra, la mayor parte fue vendida en lotes a grandes inversores africanos privados, principalmente a los dirigentes del KANU y los círculos Kikuyu y Luo cercanos al poder, lo que impulsó el crecimiento de la élite nativa. Los nuevos propietarios, entre ellos Jomo Kenyatta, acumularon grandes latifundios similares a los que existían en la época colonial.

El programa de redistribución se cerró en 1966, al considerarse que sus objetivos habían sido "extensamente alcanzados". Sin embargo, muchos campesinos antes asentados en granjas europeas eran ahora ocupantes ilegales en tierras privadas pertenecientes a africanos. La consecuencia inmediata fue la emigración a los suburbios de las ciudades, donde el empleo no abundaba. Pronto comenzaron a desarrollarse núcleos urbanos marginales.

La sanidad y la educación carecían de un sistema público que garantizara las prestaciones a todos los ciudadanos. El lema 'Harambee' presidió, durante los años 60 y 70, una campaña de solicitud de donaciones destinadas a estos fines. La nueva élite del poder realizó generosas donaciones que permitieron construir cientos de escuelas 'harambee'. Por supuesto, éstas se inauguraban con toda la pompa necesaria para ensalzar la imagen pública de los donantes, hasta tal punto que dichas donaciones se convirtieron en un símbolo obligado de estatus social.

El proceso de industrialización siguió un ritmo más lento. Kenya no dispone de grandes recursos minerales y el petróleo se importa de los países árabes. Los inversores extranjeros se habían retraído durante los inciertos años anteriores a la independencia y era necesario devolverles la confianza. Los programas puestos en marcha, como el 'Foreign Investment Protection Act' de 1964, concedían grandes ventajas a la inversión privada, facilitando la importación de equipo y tecnología para exportar después los beneficios, lo que sin embargo reducía el impacto positivo sobre el desarrollo del país. Desde el exterior, Kenya comenzó a aparecer ante el mundo como un país atractivo para la inversión: democrático, políticamente estable y con grandes ventajas para el capital extranjero, con un nivel de vida superior al de otros países africanos y a salvo de invasiones, guerras civiles y sequías. El desarrollo del turismo contribuyó a recuperar la confianza de los inversores.

Claramente, la prioridad del gobierno era el crecimiento por encima de la redistribución. El crecimiento económico fue rápido durante los primeros diez años. Las cifras del PIB comenzaban a dejar notar la contribución a las exportaciones de los pequeños campesinos, cuyas parcelas comenzaron a rendir cosechas de té, café, piretro y diversos tipos de frutas. Pero las diferencias sociales se agravaban con la prosperidad de la nueva burguesía, mientras 16.000 kilómetros cuadrados de ranchos y plantaciones permanecían en manos extranjeras. La élite dominante, denominados los 'Wabenzi' en referencia a los Mercedes Benz, se enriqueció gracias a las operaciones comerciales con las compañías multinacionales. El nepotismo era práctica habitual y el propio Kenyatta, según se decía, llegó a amasar una de las mayores fortunas del continente. Mientras, las condiciones de vida de la mayor parte del pueblo kenyata no se habían modificado sustancialmente desde los días de la Colonia. Aumentó la escolarización, pero el nivel de desempleo era apabullante, la tasa de crecimiento de población de las más altas del mundo y la mayor parte de la tierra seguía en manos de los poderosos, que simplemente habían cambiado de rostro.

Es cierto que los Kikuyu fueron los mayores perjudicados durante la época de la Colonia, pero los beneficios de la independencia fueron también principalmente para ellos, y en concreto para la élite alrededor del poder, mientras crecía el descontento entre el resto de las tribus.

Los primeros años tras la independencia presidieron también fuertes convulsiones políticas. La evolución de la política del KANU provocó las protestas del sector izquierdista del partido, liderado por el Luo Oginga Odinga, vicepresidente de la república desde 1964. Dos años más tarde, Odinga dimitió y abandonó el partido para situarse en la oposición al frente de una nueva formación, el 'Kenya People's Union' (KPU), de ideología socialista, al que se unieron otros 29 miembros del Parlamento. El ex-guerrillero cofundador del 'Forty Group', Bildad Kaggia, se convirtió en la cabeza visible del KPU frente a los Kikuyu pobres, los "traicionados por la independencia", a los que arengaba y afrimaba representar. El KPU se ofrecía como una alternativa anticapitalista que predicaba una Kenya socialista y no alineada.

Desde el KANU, Tom Mboya respondió al auge del KPU enfatizando la necesidad de estrechar lazos con Occidente y de estimular la inversión extranjera, la ayuda internacional y la creación de empresas. El KANU se atribuía el auténtico socialismo africano, acusando al KPU de segregacionista. El partido disidente fue tolerado durante apenas tres años, pero mientras tanto sus miembros eran acosados, sus líderes detenidos y sus actividades bloqueadas por reformas constitucionales y nuevas leyes encaminadas a eliminar la oposición. En abril de 1966 Kenyatta expulsó de sus escaños a los disidentes del KANU.

En el KANU, el puesto vacante tras la marcha de Odinga fue ocupado por Joseph Murumbi y después, con el apoyo de la británica 'Foreign & Commonwealth Office', por Daniel Arap Moi. De esta manera, Inglaterra protegía sus intereses evitando la posibilidad de que un radical se alzara con la vicepresidencia.

Las siguientes elecciones, celebradas en junio de 1966, confirmaron a Kenyatta en su cargo. Un año después, el presidente conseguía del Parlamento la concesión de plenos poderes.

Por entonces, los movimientos políticos comenzaban a contemplar una posible sucesión a Kenyatta. Odinga contaba con el apoyo de sectores Luo y Gusii en el oeste de Kenya, pero Mboya era la mano derecha de Kenyatta y el líder de muchos Kikuyu pobres. La creciente popularidad de Mboya no era apreciada por los poderosos Kikuyu partidarios de Kenyatta. El 5 de julio de 1969, Mboya, por entonces ministro de desarrollo económico, caía asesinado de un disparo. El atentado, en pleno centro de Nairobi, fue atribuido a un joven Kikuyu que actuó por cuenta propia.

El asesinato de Mboya hizo tambalear la frágil estabilidad política de Kenya. Los Luo, que se veían progresivamente apartados del gobierno frente al poder absoluto de Kenyatta, comenzaron a protestar públicamente. Durante una visita del presidente a Kisumu en octubre, con ocasión de una reunión en la que Odinga y sus partidarios también estaban presentes, los Luo se manifestaron con violencia y la policía disparó contra la multitud, con un resultado de 11 muertos. Por otra parte, disturbios fronterizos con Somalia contribuían a agravar el panorama de conflictos.

El presidente acosado respondió con dureza: el KPU fue declarado ilegal y Odinga fue encarcelado sin juicio y apartado de los cargos públicos hasta 1977. La Constitución seguía reconociendo el derecho a formar partidos de oposición, pero en la práctica, las candidaturas al Parlamento ajenas al KANU eran sistemáticamente vetadas.

El temor de los Kikuyu, Meru y Embu a perder su hegemonía les condujo a defender sus posiciones. En previsión de nuevos disturbios y para garantizar la lealtad de las fuerzas de seguridad, se reforzó la presencia Kikuyu en el ejército y se formó una nueva unidad de asalto dirigida por oficiales Kikuyu, la 'General Service Unit' (GSU), independiente de la policía y del ejército, con la misión de actuar como fuerza de seguridad interior.

A principios de los 70, las nuevas medidas y las promesas de africanización del país habían acallado las protestas. Aumentó el control Kikuyu de la administración, las instituciones, los negocios y las tierras. Los años siguientes fueron tranquilos, con una población a la expectativa de los resultados.

Pero los resultados no estaban a la altura de las promesas y en 1975 renacieron los conflictos. Una organización autodenominada 'Maskini Liberation Organisation' cometió una serie de atentados, entre los que destaca la bomba colocada en marzo de 1975 en una parada de autobuses de Nairobi, que provocó 27 muertos y 37 heridos.

Ese mismo año, el diputado radical de la oposición J. Mwangi Kariuki realizó el primer ataque verbal público contra el monopolio Kikuyu del poder, advirtiendo que Kenya llevaba camino de convertirse en un país de "diez millonarios y diez millones de mendigos". Kariuki era Kikuyu, perteneciente a un clan no dominante, detenido en los días del Mau-Mau y tiempo atrás cercano a Kenyatta. Fue inmediatamente arrestado y unas semanas más tarde su cadáver apareció en las colinas de Ngong.

Las reacciones a este asesinato no se hicieron esperar. El entierro multitudinario de Kariuki fue seguido por una revuelta estudiantil, a la que se unieron varios parlamentarios. Durante los años posteriores, varios diputados más fueron detenidos, pero ninguno se atrevió a alzar la voz como lo había hecho Kariuki. Según parece, el informe parlamentario sobre la muerte del diputado contenía dos nombres prominentes, que fueron omitidos a instancias de Kenyatta. Los medios no oficiales atribuyeron el asesinato al GSU, la policía secreta Kikuyu.

La conflictividad del país comenzó a atraer la atención internacional. Los medios extranjeros hablaban de la corrupción del clan Kenyatta, y recibió amplia cobertura una discusión parlamentaria sobre el contrabando de marfil, en el que el propio presidente estaba fuertemente implicado. Pero Occidente no estaba dispuesto a molestar demasiado a Kenyatta: a pesar de su no alineación formal, Kenya continuaba siendo apreciada como un fuerte aliado anticomunista y un paraíso para la inversión.

Con el fin de aliviar la creciente tensión, en diciembre de 1975 Kenyatta decretó una amnistía. Sin embargo, las elecciones previstas para 1977 fueron suspendidas. Ese mismo año la 'East African Community' colapsaba definitivamente. Ya había sufrido serios reveses, motivados por las desconfianzas entre Kenya y Tanzania, el dominio de Kenya como miembro más fuerte y el golpe de estado de Idi Amin en 1971 en Uganda. En el momento de la ruptura de la unión, Kenya se apoderó de la mayor parte de los activos que pertenecían a la Comunidad.

En 1977, con 85 años de edad, Kenyatta se recluía en su dictadura protegido por su corte de fieles, encabezada por Charles Njonjo y el jefe Kikuyu Koinange, mientras las funciones del Parlamento y del Ejecutivo se diluían cada vez más. El anciano respondía a las acusaciones de corrupción con nuevas detenciones, tratando de distraer la atención de sus ciudadanos mediante acusaciones de comunismo al régimen tanzano y vagas advertencias acerca de amenazas externas al país. El 28 de agosto de 1978, Jomo Kenyatta moría en la cama, dejando tras de sí un país que había recorrido un largo camino para regresar a donde estaba veinte años atrás.

 


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