Welles & Wells, la guerra de los medios
Javier Yanes
(Publicado en 'VIB Visa Iberia Magazine' nº2, verano de 2005) Las pantallas vuelven a pintarse de ilusionismo digital con la versión de un clásico, 'La guerra de los mundos'. Detrás de este título hay dos personajes magnéticos. Herbert George Wells troqueló una historia que surtió el almacén de piezas de segunda mano para todo el género de la ciencia-ficción. Su casi homónimo Orson Welles, gigante en físico y talento, instaló en la radio el estribo del cuarto poder. La noche de Halloween de 1938 los marcianos invadieron las ondas y sumieron a la audiencia norteamericana en el caos de la credulidad, algo difícil de concebir hoy. ¿O no? El 28 de octubre de 1940 la emisora de radio KTSA de San Antonio (Texas) reunía ante el micrófono a Orson Welles y Herbert George Wells. El primero, 25 años, cineasta debutante en puertas de sufrir un atronador fracaso comercial con su primer largometraje, 'Ciudadano Kane', crudo experimento visual que maduró en libro de texto del cine. El segundo, 74 años, escritor consagrado de novela anticipatoria, fabulador de mundos futuribles y fronteras tecnológicas. Welles estrenaba carrera y Wells la ultimaba. Cerca de dos años antes, la noche de Halloween de 1938, Welles había protagonizado un episodio histórico de exploración mediática al emitir una adaptación radiofónica de 'La guerra de los mundos' de Wells que disparó un contagio masivo del intangible virus de la histeria, cuando los oyentes tomaron por noticia lo que sólo era novela. Versiones poco informadas sugieren un ramalazo de soberbia de Welles como fundamento para poner los nervios de la audiencia en escabeche y a la claque mediática patas arriba. Falso: la emisión formaba parte de una serie de programas donde regularmente se locutaban clásicos populares de la literatura, y el espacio se abrió con una presentación que no dejaba ninguna duda sobre el carácter ficticio de la narración. Durante la entrevista en la radio de San Antonio y una vez hechas las presentaciones, Wells esgrimió cortesía británica, preguntó a Welles por su proyecto cinematográfico en gestación y chascarrilló por la semejanza de sus apellidos, sugiriendo que Welles debía desprenderse de la segunda "e". A cambio, el joven director encadenó ante el micrófono una salva de loas al imaginario literario de Wells. Ambos se comportaron como si nunca se hubieran conocido antes y el diálogo se deslizó en meandros templados de reverencias y formalidades. Pero la historia tiene entretela: en realidad no era la primera vez que se encontraban. El día anterior Wells conducía por las calles de San Antonio cuando se detuvo junto a un joven para preguntarle por una dirección. El joven era Orson Welles. Aquel primer encuentro casual no es aún lo más increíble de este relato. Juzgue usted si, como dice el tópico, la realidad supera a la ficción. Orson Welles transcribió la conversación que tuvo lugar esa tarde. Años después y una vez fallecido el escritor, Welles tiró de aquellas notas para engarzar un guión titulado 'El enemigo', que pretendía grabar en Londres durante su etapa europea. El proyecto fue postergado cuando le surgió la oporrunidad de regresar a Hollywood para rodar 'Sed de mal'. Según su amigo el pintor Grant B. Fahrsa, quien ha sacado a la luz el borrador de aquel guión y las notas de lo ocurrido esa tarde, Welles siempre perseveró en la idea de producir aquella película, pues según sus palabras se lo debía a la memoria de H.G. Wells como una suerte de deuda histórica. Fahrsa siempre le advirtió que sacar a la luz aquel guión significaría el fin de su carrera como cineasta y como personaje público. En mayo de 2005, al cumplir 90 años y enfermo de cáncer, Fahrsa ha decidido entregar una copia del guión y las notas manuscritas a un amigo suyo, el periodista de la BBC Charles Foster, para tener la oportunidad de explicar al público el verdadero sentido de aquel encuentro que marcó silenciosamente las vidas de Wells y Welles. De esta manera Fahrsa pretendía evitar que una filtración malintencionada del texto o una gestión negligente de sus bienes después de su muerte desembocaran en una reinrerpretación dolosa de la figura de Orson Welles. Lo que sigue es el fragmento del guión de 'El enemigo' que, según Fahrsa, relata lo que ocurrió aquella tarde de octubre en San Antonio, Texas. HG: Disculpe, por favor, si es tan amable. ¿Me podría indicar el camino al hotel The Sands? OW: Claro, siga recto hasta el final de la calle y luego gire a la izquierda. Después ... Mire, yo voy en esa misma dirección. Si le parece puedo acompañarle y así le indico. HG: Con mucho gusto, joven. Suba. OW: Por su acento diría que es usted inglés. HG: Cierto, de un pequeño pueblo del condado de Kent, pero vivo en Londres. Estoy aquí de paso. Y usted, ¿vive en San Antonio? OW: Oh, no. Nací en Wisconsin, pero vivo donde me lleva mi trabajo. Me dedico al cine. Eso me obliga a viajar con frecuencia. Por favor, gire aquí a la izquierda. HG: ¡Ah, el cine! ¿Sabe? Esos modernos prodigios me fascinan poderosamente, pero a mi edad cada vez me resulta más difícil seguir el ritmo de los avances de la técnica. No siempre el progreso nos lleva adonde uno pensaba. Yo he estudiado bastante sobre el tema. Soy escritor, y varios de mis libros se inspiran en las oportunidades y también en los peligros del progreso científico. OW: No me diga. Qué interesante. Mire, éste es su hotel. Yo continuaré caminando hacia el mío, que está saliendo del pueblo, dos manzanas más adelante. HG: De ningún modo, joven. Ha sido usted tan amable que le acercaré hasta su hotel. Suba, suba de nuevo, por favor. OW: No se preocupe. Es una noche espléndida para un paseo. HG: En fin, como quiera. Ha sido un placer conocerlo. Espero que nos encontremos de nuevo y pueda usted contarme cosas sobre el cine, señor ... OW: Welles. Orson Welles. HG: Oh... OW: ¿Oiga, le ocurre algo? Parece que hubiera visto un fantasma. HG: Señor Welles, ¿le importaría subir de nuevo a mi coche? Tengo la urgencia imperiosa de contarle algo. Algo de una importancia capital. OW: Pero... Me temo que no le comprendo, señor... HG: Wells. Herbert George Wells. OW: ¡Caramba, no puedo creerlo! Usted y yo debíamos conocemos mañana en un programa de radio, y el azar se ha adelantado a los acontecimientos. HG: Azar o providencia, señor Welles. Se lo ruego por lo que más quiera, suba a mi coche y acompáñeme. OW: Claro, con mucho gusto. ¿Pero ocurre algo malo? Le ha cambiado la expresión. HG: Mire... Lo que estoy a punto de explicarle es algo que no he contado a nadie más. De hecho no pensaba comentarlo con usted en nuestra cita de mañana. No me parecía la ocasión idónea. Pero al conocernos de este modo tan imprevisto siento que en cierra manera se me ha... concedido la oportunidad de tener un encuentro privado con usted. OW: Me está usted intrigando. Si está molesto por el revuelo que provocó mi emisión de 'La guerra de los mundos'... Oí que su opinión no había sido favorable, pero sepa que todo quedó explicado. Aquel era un programa planificado y publicitado, y comenzamos advirtiendo que todo era ficción. Mi única culpa, si esto puede considerarse culpa, es haber producido la mejor radionovela de la historia. HG: Sí, lo que quiero contarle guarda relación con aquello, pero no se preocupe, no, no, no se trata de eso. No se trata de eso. Si me lo permite, ahora que hemos salido del pueblo voy a detener el coche aquí. Sí, este lugar será perfecto. OW: Pues usted dirá. Estoy deseando escuchar su historia. HG: Verá. ¿Qué me diría si le contara que la noche de su emisión yo estaba en Grover's Mill? OW: ¿En Grover's Mill? ¿Grover's Mill, Nueva Jersey? ¿El pueblo donde yo situaba el ataque de los marcianos? HG: El mismo. OW: Pero... ¡No! ¡Es completamente imposible! ¡El lugar estaba elegido al azar sobre un mapa de carreteras! ¡Podía haber sido Hoboken, o Atlantic City, o el maldito San Antonio, Texas! HG: Pero fue Grover's Mill. OW: ¡Sí, fue Grover's Mill! ¡Y si usted estaba allí ese día, eso sí que es una endemoniada casualidad! ¿Qué hacía usted en Grover's Mill? ¡Ja, ja! ¿Esperar el ataque de los marcianos? HG: Efectivamente. OW: ¿Cómo?... Bromea, ¿no? ¿No?... Mire, señor Wells. No sé si es una broma o... o si usted... si usted tiene un... punto de vista sobre la realidad un poco... excéntrico. Pero creo que no tiene sentido seguir adelante con esta conversación. HG: Señor Welles, por favor, no salga del coche. Es preciso que escuche mi relato para que sepa por qué va a hacer lo que va a hacer. OW: ¿Y qué voy a hacer? HG: Usted va a matarme, señor Welles. OW: Pero... ¿Qué demonios está diciendo? ¡Definitivamente está usted completamente chiflado! ¡Creo que sus guerras de los mundos y sus... hombres invisibles y máquinas del tiempo le han trastornado! ¿O es su manera de entender el humor negro británico? HG: Señor Welles. Usted va a matarme de todos modos. La cuestión es cómo y cuándo. Pero hoy, no estoy preparado para saber esto, y de todos modos usted tampoco lo sabe aún. Lo que quiero es explicarle los motivos de ese crimen. OW: Mire, le aseguro que lo siento, pero no quiero seguir escuchando. HG: Mi esposa falleció aquella noche en Grover's Mill. OW: Vaya. Créame que lo siento. No lo sabía. ¿Pero qué relación tiene eso conmigo? HG: Amy Catherine era una mujer fabulosa. La más brillante de todos mis estudiantes. La noche del 30 de octubre de 1938 tomamos una habitación en el hotel Rosbury de Grover's Mill, encargamos cena para dos, alquilamos un aparato de radio, sintonizamos su emisión, y esperamos lo inevitable. OW: Y... ¿qué ocurrió después? HG: Los detalles no importan. El caso es que Amy murió en el ataque de los marcianos. OW: Dios mío. Qué inmensa tragedia. ¿Quiere decir que los disturbios provocados por mi emisión mataron a su mujer? HG: No. Quiero decir que LOS MARCIANOS mataron a mi mujer. OW: Señor Wells. Con el debido respeto. Le tenía por un hombre sensato e inteligente. Lamento profundamente la tragedia que sufrió, pero creo que esto no nos lleva a ninguna parte. HG: Dígame... ¿El guión del programa era suyo? OW: Por supuesto que era mío. Es decir... HG: ¿Y qué hay de Howard Koch? OW: ¡Bien, de acuerdo, sí, el guión era de Howard! ¿Pero qué importa eso? HG: Lo que Howard Koch no le contó es que el guión no lo había escrito él. Lo recibió en su casa, sin firmar y en un sobre sin remite. OW: ¿Y quién lo escribió? HG: Yo lo escribí, señor Welles. OW: Comprendo. Por eso sabía dónde estaba situada la historia, y pudo estar presente en Grover's Mill aquella noche. HG: Correcto. Pero no fui yo quien eligió la localización del ataque. OW: ¿Y quién fue? HG: Sus protagonistas. Los marcianos. OW: ¿De nuevo insiste en lo mismo? HG: Señor Welles. La noche del 30 de octubre de 1938 los telescopios detectaron explosiones en Marte, y un artefacto cilíndrico de procedencia desconocida aterrizó en Grover's Mill, Nueva Jersey. Las criaturas que emergieron de su interior y el rayo de fuego que utilizaban como arma arrasaron el lugar. No quedó nada. Personas, edificios, animales ... Mi mujer murió incinerada por el rayo de fuego. OW: ¡Está usted desvariando, o me está tomando el pelo! ¡Toda la historia era un engaño, de principio a fin! ¿Es que no se da cuenta de lo que me está diciendo? HG: Se equivoca. Todo ocurrió tal como usted lo contó. Sólo en Grover's Mill, por supuesto. El resto, Nueva York, Búfalo, Chicago, Filadelfia, era una exageración. Pensé que exagerando atraería más atención sobre el suceso, pero me equivoqué: causó el efecto contrario. Al menos, gracias a la alerta que usted divulgó, el ataque pudo ser neutralizado por el ejército en Grover's Mill. Créame, señor Welles. Yo estaba allí. OW: Supongamos que le sigo el juego. ¿Por qué nadie más que usted sabe que aquello ocurrió? ¿Y los testigos? HG: ¿Y usted me lo pregunta, señor Welles? Usted creyó haber convencido a millones de personas de la veracidad de un relato ficticio. Pero piénselo un instante. En realidad lo que consiguió fue convencer a todos, incluidos los pocos testigos presenciales en Grover's Mill, de que aquello nunca ocurrió. Usted cayó en su propia trampa. OW: ¿Trampa de quién? HG: De esto sé tan poco como usted. ¿El gobierno americano? ¿Los... marcianos? OW: ¡Señor Wells, definitivamente está usted loco! Asumiendo que eso fuera cierto, ¿por qué iba usted a escribir aquel guión, si es que realmente lo escribió, y sobre todo, cómo iba a saber que aquello ocurriría, si es que realmente ocurrió? HG: Aquí viene la parte más increíble de la historia. Lo sabía porque... porque ya había ocurrido. Y escribí aquel guión para evitar que ocurriera, para que usted pusiera en alerta a todo el país y que el ataque se pudiera neutralizar antes de que mi mujer muriera. ¿Recuerda, señor Welles? Yo inventé la máquina del tiempo. Pero me equivoqué en algo. Usted entiende de cine, señor Welles. Sabe que por muchas veces que proyecte la misma película, por mucho que avance y retroceda, las secuencias nunca jamás cambian. Sólo se repiten exactamente de la misma manera, plano por plano. Yo entonces no lo sabía y pensé que podía cambiar el futuro. Después lo comprendí. Todo lo que ocurre, y lo que ocurrirá, en realidad ya ha ocurrido. No podemos hacer nada para cambiarlo. Por eso no pude salvar a mi mujer. Si no hubiéramos estado aquella noche en Grover's Mill, Amy no hubiera muerto, pero entonces no hubiera podido escribir el guión, usted no lo habría emitido, y seguramente el ataque de los marcianos no se hubiera podido contener. Pero nada de esto tiene sentido, porque todo había ocurrido ya. Por eso sé también que usted me matará. OW: ¿Y por qué iba yo a matarle? HG: Soy el único que conoce una historia que arruinaría su carrera. Si lo cuenta, le tomarán por un chiflado y estará acabado. Si no lo hace, sabrá que la verdad estará siempre acechándolo. Yo tengo el original del guión, escrito después de que ocurrieran los hechos, pero sellado y certificado antes. Soy un hombre viejo y no me queda mucho tiempo. Pero usted tiene un brillante fururo por delante. Señor Welles, todos tenemos un gran enemigo en la vida, alguien que conoce nuestro punto débil. Yo soy el suyo. Tiene dos opciones: matarme esta noche, en este rincón solitario, y huir. Nadie sabrá que lo ha hecho usted, es imposible que nos asocien. Recuerde, usted y yo aún no nos conocemos. O puede acudir mañana a ese estudio de radio, actuar como si nunca nos hubiéramos visto y dejar que el destino nos alcance a su debido tiempo. Y ahora, señor Welles, si me disculpa, quisiera quedarme a solas un rato. Marte brilla muy hermoso esta noche... Increíble, ¿no? Y con razón, porque como es obvio, todo es absolutamente falso. Nadie tiene un amigo llamado Grant Fahrsa, salvo que interese para construir una "gran farsa". Y Charles Foster no es un periodista de la BBC, sino un magnate del poder mediático que Welles diseñó a la medida de William Randolph Hearst. El nombre completo del personaje era Charles Foster Kane. La ficción siempre puede superar a la realidad, y es precisamente a partir de la línea en que se mencionaba este tópico donde los hechos reales dejan paso a una patraña, una ficción histórica que va perdiendo credibilidad a medida que avanza el relato, perdiendo los cabales hasta culminar en el absurdo planteamiento de un asesinato predestinado. Wells y Welles se encontraron aquel día en una calle de San Antonio, congeniaron y pasaron juntos una tarde animada. Nada más. Lo que usted ha leído es sólo un divertimento, una muestra de cómo el dominio de los medios de comunicación es capaz de palpabilizar fantasmas, a veces más coetáneos y locales que los marcianos de Wells y Welles. Perdone la licencia por involucrarle en un modesto experimento del que no se recogerá ningún dato, pero que una vez más sugiere cómo el altavoz mediático no refleja la realidad: es la realidad. No existe la ficción, sólo la noticia. Gracias por su atención.